¿Qué Fragmentos te gustaron más?

Pensamientos

Oda a la autocomplacencia. 


Nada nos complace más que la idea de ser leídos y escuchados por otros. Egomanía tal vez, o sólo la eterna necesidad de aceptación con la que debemos lidiar desde jóvenes. Lo dejo a los Sicólogos. Me interesa más contar con un medio de difusión alterno que evolucione conmigo, donde pueda plasmar lo mejor y lo peor de mí. ¿Existe una mejor forma de exhibicionismo solapado donde poder protestar sin ser escuchado, y así evitar la condena social, por radical que nuestro pensamiento pueda parecer? Bendita hipocresía.



Soy todo y nada a la vez. Compartamos algo de eso.


Estimados lectores y lectoras, (vamos chicas, no soy machista es sólo que tenía que poner a uno primero y puse al primero que se me vino a la cabeza. En serio), los que no lo son tanto, y los que no lo son en absoluto, les doy la bienvenida a este rincón del ciberespacio, donde cada cual puede decir lo que quiera sobre lo leído. Demás está decir que me reservo el derecho a considerar sus palabras, pero tengan por seguro que, por crudas que puedan parecer, todas serán leídas aún cuando no exista réplica a sus comentarios (en realidad lo más probable es que no las lea, y de hacerlo no las responda, no porque no me interecen... bueno en parte sí, pero debo ser consecuente con lo dicho). Después de todo a quién le importa lo que opinen los demás si no nos complace el comentario. Pero no se cohíban, disfruten de algo de libre expresión y den rienda suelta al crítico que se encuentra dentro de cada uno, que yo haré lo mismo.

Bienvenidos a mi maldita mente.


Rizando el rizo.

Pensando, pensando (una mala costumbre que tengo); qué curiosa es la mente y que contradictorios a veces nuestros propósitos, cuando procuramos nuestra felicidad a través de externalidades; esos objetos de deseo que son los bienes materiales (lo que en sí es bastante incoherente, porque qué saben de felicidad las cosas), y muchas veces todo lo que logramos es la horrible congoja de su busca y frustración al no alcanzarlos, cuando era
precisamente lo opuesto lo que pretendíamos. Pero en los instantes de mayor sosiego y silencio interior, cuando oímos sólo nuestros pensamientos, en segundos, de la nada, nos vemos transportados a los instantes más felices de nuestras vidas. Sin embargo, que difícil es recordar los malos momentos con la misma claridad. Es como si intencionalmente nuestro inconsciente tratara de olvidarlos, quizás para que prevalezcan en nuestra memoria los instantes de más alegría.
Una melodía, un aroma, o un sabor basta para recordar con total nitidez lo que sentimos y hasta pensamos en otro instante del tiempo. Sin En los reencuentros de amigos y ex-compañeros, no hay mayor dicha que cuando rememoramos los buenos momentos.

Curiosa dicotomía la de un ser que no siempre sabe cómo lograr la felicidad, y sin embargo suele estar al alcance de un pensamiento. Nuestro inconsciente pareciera indicarnos el camino; sólo debemos escuchar nuestros silencios para volver a esos instantes, y lo mejor, es que es gratis.

Misterios de la vida.


Qué extraños designios rigen nuestras vidas. Cuando creemos tenerlo todo y nos golpea la desgracia, buscamos a quién culpar por nuestras mala fortuna (¿por qué a mí Señor?). Cuando nos lamentamos por el sufrimiento de que somos víctimas y hemos perdido toda esperanza, de pronto somos bendecidos con alegrías que no esperábamos. Sin embargo esta vez no buscamos responsables, le damos gracias al cielo por responder a nuestros ruegos. Solemos atribuir nuestras penas y alegrías a terceros, sean divinidades o no, sin detenernos a pensar en qué medida nuestras decisiones han influido en dichos acontecimientos.

La vida es difícil y complicada para la mayoría de los humanos. Esto no es bueno ni malo, sólo es. Si nos pasa algo malo, puede ser a causa nuestra o no, pero no estamos siendo objeto de una maldición o un demonio vengativo, ni es mala suerte, es sólo la vida. Lamentarnos por ello es tan inútil como maldecir nuestra mala suerte por no ser los ganadores del Loto. Es un hecho estadístico que es más probable que nos caiga un rayo a que nos ganemos el Loto. No es una cuestión de suerte, son sólo probabilidades. De hecho la probabilidades de fracasar en el matrimonio al casarse antes de los 25, es de un 67%, y antes de los 20, es de un 84%. Eso sí es jugar con el azar.

El 2006, en Chile se efectuaron poco más de 59.000 matrimonios, y el 2010 poco más de 56.000. Sin embargo, el 2006 se efectuaron 10.000 divorcios y el 2010, fueron 48.032 (datos del Registro Civil a noviembre del 2010). ¿Nos casamos cada vez menos y nos divorciamos cada vez más?

Esto me hace pensar que el matrimonio no tiene que ver con la suerte al elegir nuestras parejas, sino más bien con la edad a la que lo hacemos. Mientras más jóvenes, mayor es nuestra probabilidad de equivocarnos y por ende, de fracasar. Puede ser por falta de madurez o experiencia para elegir acertadamente o porque no fuimos nosotros los que elegimos si no nuestras hormonas. En cualquier caso, no fue nuestro cerebro.

Esto es muy raro dado que el 2010 hubo 240.837 nacimientos, de los que sólo 77.623 fueron dentro del matrimonio. Al parecer tampoco es nuestro cerebro el que interviene en estos acontecimientos.

¿Somos acaso víctimas de nuestras pasiones, o es culpa de alguien más?
Es extraño que siendo hijos de Dios, seamos tan imperfectos en nuestro proceder. ¿Puede un ser perfecto crear seres tan imperfectos?, ¿es Dios perfecto?, y si lo es, ¿quien lo ha dicho?, por que él no ha sido. En ninguna de las sagradas escrituras Dios ha afirmado ser perfecto, ninguna. Fue Jesús quien lo dijo en Mateo 5:48, no él.

Muchos de nosotros somos perfectos para nuestros hijos. Su amor borra nuestras imperfecciones a sus ojos.
Lo mismo ocurre cuando nos casamos. Nuestros sentimientos traicionan nuestros sentidos y desdibujan la realidad.

Lo bueno y lo malo que nos sucede es, directa o indirectamente, consecuencia de nuestros actos y decisiones. Cuando comprendamos esto, sufriremos menos, tomaremos decisiones más acertadas y perderemos menos tiempo buscando a quien culpar cuando las cosas no salgan como esperamos. Dios no tiene nada que ver en eso, y si no me creen, pregúntenle.


Sobre el Amor y el Odio.


Ah! El Amor. Ningún sentimiento a sido más mencionado, idealizado, inmortalizado, rehuido, vilipendiado y odiado, como el amor. El odio también.
El amor ha sido inspiración de escritores, poetas, músicos, cineastas, psicólogos, artistas, estafadores, ladrones y todos los que buscan una excusa para realizar tanto lo bello como lo profano en su nombre. El odio también. Origen de las pasiones más extremas y de las obras más bellas de la literatura, la música y el arte en todas sus formas, es en estos sentimientos que mejor representan al ser humano y su imperfecta esencia. El escritor francés Alejandro Dumas, afirmó que “el amor inspira las más grandes hazañas e impide realizarlas”. Pero ¿qué es al amor y qué es el odio?, ¿por qué nos sentimos en las nubes cuando estamos enamorados y sin embargo podemos desear tanto mal a quien amamos y nos a desilusionado?, ¿a qué se debe que nos deprimamos tanto ante una decepción amorosa?

Existen muchos tipos de amor, pero el que nos ocupa ahora, con motivo de su celebración, es el “Amor romántico”, y para él no hay sólo una definición y esta dependerá del área del conocimiento desde el que es analizado.

La versión popular del amor, así entendido por la mayoría, es la atracción emotiva y física entre dos individuos. El odio en cambio, como lo contrario, y normalmente una consecuencia del otro.
Platón afirmaba que el amor se originaba en la sabiduría, como un sentimiento sin connotación sexual, de admiración contemplativa hacia la belleza y su esencia. De ahí que se lo conozca como “amor platónico”. Este concepto no se condice en absoluto con la representación divina griega, Afrodita (Venus para los romanos), diosa del amor, la lujuria, la belleza, la prostitución y la reproducción. Esta se relaciona más con el concepto de Eros, versión masculina de ésta, quien representa la atracción física y sexual.
Para Aristóteles el odio es el deseo de aniquilación de lo que lo origina y que no puede ser curado con el tiempo.

Según los sicólogos el amor es más fuerte que el impulso sexual, y más allá de que éste sea la finalidad cúlmine, pretende más bien la creación de un vínculo, un nexo afectivo con la pareja, y que conlleva otro aspecto que ha sido objeto de no pocas polémicas, la “exclusividad sexual” para asegurar la perpetuidad de nuestro código genético. Es cuando el amor comienza a comportarse más como una enfermedad mental. El “mal de amor” tiene los mismos síntomas que el “síndrome de abstinencia” en los alcohólicos y los drogadictos. La razón de esto radica en que, efectivamente, el amor tiene origen en la química.

El amor sobreviene cuando se produce en el centro del placer del cerebro, un compuesto orgánico llamado "Feniletilamina", de la familia de las anfetaminas. De ahí que el cerebro responda a esta invasión química secretando Dopamina, neurotransmisor de los mecanismos de refuerzo, que generan la necesidad de desear algo y de repetir un comportamiento para proporcionar placer. También secreta Noreprinefrina y oxiticina, que entre otras funciones, son los mensajeros del deseo sexual. Después de estos verdaderos chorros de estimulantes, nuestros neurotransmisores dan lugar a lo que se conoce como “arrebatos sentimentales” o enamoramiento. Son las responsables de que las pasiones amorosas en definitiva, descontrolen nuestras vidas.
Nuestros corazones se aceleran a 130 latidos por minuto, la presión arterial sube, se generan más glóbulos rojos para proveer de oxígeno a nuestros órganos que liberan grasas y azúcares para alimentar nuestros músculos, que es preparan para una eventual actividad intensa.
Contrario a lo que muchos piensan, en esto no hay un ejercicio intelectual. Esto es terreno de la “sinrazón”. Cuando “perdemos la cabeza por amor”, las pasiones desatadas originan secreciones glandulares que generan contracciones intestinales, lubricación vaginal, erección, atracción, deseo irrefrenable y urgencia por amar. Todo esto suena a que nuestro organismo se vuelve loco, y es por ello que comúnmente se asocie al amor con un tipo de locura, y se le sindique como el responsable de grandes tragedias. Al odio también.

Pero como es natural, estas secreciones no duran para siempre. Cuando carecemos súbitamente de esta droga del amor, por una desilución amorosa, se tiende a ingerir grandes cantidades de chocolate, alimento rico en Feniletilanina, para suplir su carencia.
El problema se inicia cuando nuestro organismo comienza a generar resistencia a esta avalancha de drogas. El amor desenfrenado se sosiega y da lugar a otros compuestos químicos orgánicos, las Endorfinas. Estos producen efectos similares a la morfina o los opiáceos, dándonos un sentimiento de pertenencia, apego y seguridad. Es por ello que cuando perdemos un amor, nos duele tanto. Es nuestro organismo que nos reclama por no tener nuestra dosis diaria de narcóticos.

Si en el momento de baja de secreciones hormonales, no hemos construido una relación basada en mecanismos socioculturales como la convivencia, los intereses mutuos, costumbres, afectos fraternos y empatía, entonces se puede dejar de amar, y llegar a sentir frustración, insatisfacción, aversión y finalmente, también odio.

Los sentimientos y la emociones hacia la pareja, deben ser cultivados mientras sintamos que estamos enamorados, porque estas secreciones no suelen superar los 3 años, antes de generar resistencia. Estos están intimamente ligados a la conducta durante este periodo.
Friedrich Nietzsche lo dijo, “el amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que llevan dentro”. No debemos dejar que nos rijan las emociones inmediaras ni las pasiones fulminantes pero efímeras, porque pueden significar el fin de nuestro amor.
Bien lo sabe el escritor alemán F. Heumer cuando afirmó, “el amor tiene un hermano poderoso, el odio. Procura no ofender al primero, porque el otro puede matarte”.

Pero no todo es malo en esto del amor. También tiene aspectos positivos por los que valen la pena vivirlo. Un estudio alemán arrojó que un beso amoroso de nuestras parejas, puede prolongar la vida en 5 años (como lo lees). Quienes se besan por las mañanas tienen menos accidentes automovilísticos, faltan menos al trabajo por enfermedad, suelen ganar entre un veinte y un treinta por ciento más que quienes no lo hacen, y esto se debe a la sencilla razón de que inician sus mañanas con más energías y una actitud más positiva, y sí, también tiene que ven con la hormonas.
Por lo que la recomendación está hecha. A besarse se ha dicho y no escatimen en saliva, pues, mientras más intensos los besos sean, más perdurables son sus efectos.
A aquellos que están o crean estar enamorados, les deseo lo mejor, y a los otros... también.


Seducción al Amanecer.


Transportadas por la suave briza matinal, sus efluvios invaden mis narinas alborotando mis sentidos, inquietando mi letargo, transformándose en el objeto de mi deseo. Lascivos, mis ojos recorren sus formas y aunque trato de resistir a sus encantos, no puedo despegarle la vista. Su perfume me atrapa, me dejo llevar por su oscura seducción y mi razón abdica en favor de mis instintos más básicos en búsqueda de placer. Comienzo a sentir cómo las endorfinas se apoderan de mi voluntad invadiendo mi cerebro con avalanchas de estimulantes, y sedo a mis anhelos, me dejo dominar por el frenesí, y ya sin poder resistir más, la tomo entre mis manos con delicadeza, como si de un tesoro exótico se tratara, el elixir de la juventud, y bebo mi primera taza de café del día como si fuera la última de mi vida, con adoración y deleite. 

Sobre los consejos.


Quien está acostumbrado a oírse sólo a sí mismo, ha perdido una facultad muy importante que es la de saber escuchar.
...de repente me encuentro cavilando sobre mi vida, sobre lo que he hecho y lo que he dejado de hacer. No es poco usual que quienes hemos cruzado la barrera de las cuatro décadas, nos hagamos estos cuestionamientos cada tanto. Lo hacemos para ejercitar las enmohecidas neuronas del recuerdo, como una forma de mantener fresca en la memoria lo que nos complicó en algún momento, para evitar que la historia se repita. Un escudo anti recaídas, si se quiere, que pretende protegernos de nosotros mismos y de esa maldita costumbre, tan inherente del ser humano, de tropezar con la misma piedra. Pero, ¿no es eso precisamente la vida, un devenir de sucesos que tienden a repetirse cíclicamente? Creo entonces que es una práctica saludable la autocrítica, puesto que también es una forma de mejorar nuestros procesos internos de manera continua. A eso se le llama madurez. Saber escuchar es parte importante de este proceso.


El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) define madurez como, “el buen juicio o prudencia con que el hombre se gobierna”, es decir, dominio de sí, claridad en objetivos y propósitos o como la DRAE también dice, con conductas apropiadas a las circunstancias.
La soberbia en cambio está íntimamente ligada a la vanidad, y a veces se les considera sinónimos (y ambas son consideradas pecados capitales). Por ella se entiende el deseo de figuración basándose en la satisfacción de la propia vanidad. Por ende, una persona soberbia, jamás reconocería estar equivocada.
También hay quienes creen que, haber vivido los sin sabores de la vida y haberlos sobrevivido, los hace acreedores de la verdad absoluta sobre la vida, tanto propia como ajena, y dejan atrás su pasado como si fuera una etapa superada. Suelen no escuchar más que a sus propios deseos y su existencia está limitada a lo que sus limitados sentidos le indican. Actúan básicamente por instinto y son seres, por naturaleza, egoístas.
No existe tal cosa como etapas superadas, pues la vida no es un alcanzar metas solamente. Hay que madurar sobre lo que se ha hecho y darle vueltas hasta que logramos hacer que, al menos en nuestra mente, se perfeccione lo acontecido, de manera tal que si vuelve a ocurrir, sino lo mismo, algo semejante, nos permita hacerlo de la mejor forma posible, como debió ser la primera vez. Los consejos de quienes han vivido tanto o más que uno, cobran especial importancia, pues la experiencia también les ha enseñado y nos pueden ayudar con nuestras propias vivencias.
Normalmente estos seres dejan que la soberbia los gobierne, al declamar a los cuatro vientos sus logros sin escuchar más razones que las que les dicten sus envanecidos egos. No se dan cuenta que lo vivido fue parte importante del proceso para alcanzar sus objetivos. Esto le resta validez a sus logros, por estar sustentados en una base efímera. Los antiguos también lo sabían.
Hay un dicho persa que reza: “al hombre que busca el conocimiento, se le puede considerar un erudito. Al que cree haberlo encontrado, se le puede considerar un necio”. Esto también se podría interpretar como, a aquel que vive su vida sólo basado en sus logros, por soberbia o vanidad, está dejando de lado lo más importante, el pasado encierra el secreto del éxito futuro y en esto, la experiencia ajena puede ser una sabia consejera.



Quien olvida esto, no obstante el nivel de éxito que haya alcanzado, está desechando una parte importante de la vida, porque es precisamente eso lo que denominamos “experiencia”, lo vivido en carne propia y lo asimilado a través de otras vivencias.




I see you.


De qué formas tan exquisitamente estimulantes nuestros sentidos nos invaden con toda clase de sensaciones cuando los que queremos, admiramos y a veces en secreto, amamos, se comunican con nosotros, no importa cómo. Cuando estamos en espera de ese comentario, de esa frase certera que nos hace reír o suspirar, sentimos que las ansias por estar en contacto, cualquiera sea el medio, nos llena de jubilosa impaciencia. Es la incertidumbre más deliciosa. Y qué grande es la necesidad de proximidad que nos avasalla cuando esos “amigos” que fueron algo más, o bien podrían llegar a serlo, nos brindan esas frases ingenuamente amistosas, pero tan llenas entre líneas, de pasiones contenidas. Es como ese dolor abdominal que nos causa la proximidad del que nos gusta, cuando aún no cruzamos palabras. Como la fuerza invisible que nos hace desviar la mirada para no parecer demasiado interesados cuando lo único que queremos es lanzarnos sobre ellos, para amarlos con todas nuestras fuerzas.
Que sabrosa se vuelven la vida cuando somos testigos de manifestaciones solapadas de afectos entre “amigos” que no quieren serlo y los que quieren serlo y no lo son. Me recuerda mi juventud, cuando aguardaba frente al teléfono, en ascuas, expectante, por esa llamada que llenaba mi día de tantas maneras tan maravillosas.

Mientras, sigo observando, cual voyeur virtual, como las frases cargadas de candor y sensualidad, deambulan de un muro a otro, en espera de ese instante de complicidad, cuando nuestros anhelos secretos encuentran su eco sin que lo demás lo noten, o al menos eso es lo que esperamos.





Que pequeñez. 


Somos tan pequeños en este pequeño mundo que cuelga de la cola de uno de los brazos de una pequeña galaxia, en algún pequeño rincón del Universo, que pensamos que individualmente es poco o nada lo que podemos hacer por mejorar nuestro entorno y calidad de vida. ¿Cómo podría hacer algo si sólo soy uno de 6,9 billones de seres humanos, en un pequeño país al final del mundo?
Lo bueno es que Tales de Mileto defería de este tipo de pensamiento. No sólo se le considera el primer filósofo sino el iniciador de la indagación racional, el inicio del pensamiento científico (y sin Wikipedia). Afortunadamente para nosotros, Pitágoras de Samos no se conformaba con ser uno más del montón y sentó las bases de las matemáticas al estudiar y clasificar los números y fundar la Escuela Pitagórica (y sin calculadora). Qué suerte que Demócrito pusiera en duda su pequeñez cuando escribió más de 70 obras sobre áreas del saber tan diversas como las matemáticas, la ética, la música entre otras (y sin PC). Y qué decir de los 200 tratados que escribió Aristóteles sobre lógica, metafísica, retórica, física, Astronomía y biología hace más de 2.300 años, los que aún hoy siguen siendo de gran influencia en las cátedras de las más prestigiosas universidades del mundo (y sin Word Office). Y Eratóstenes que para determinar la circunferencia polar, y el tamaño de la Tierra, inventó y empleó un método trigonométrico que le permitió, usando como medida de referencia el estadio egipcio (300 codos de 52,4 cm), una medición de 39.614,4 km (en la actualidad se sabe que mide 40.008 km) con un margen de error de menos de un 1%. Y no fue lo único que hizo. También fue matemático, astrónomo y geógrafo que creó un procedimiento para obtener todos los números primos menores que un número dado, conocido como la “Criba de Eratóstenes”. Actualmente la versión informática de este método se emplea para comparar y caracterizar la eficacia de diferentes lenguajes de programación. También midió la inclinación del eje terrestre con un error de sólo 7 pies ( 2,13 metros) de arco. Y sin ninguno de los artilugios mencionados anteriormente.
La historia está plagada de hombres y mujeres notables que hicieron mucho por mejorar nuestro mundo, con muchos menos recursos técnicos que nosotros, sólo sus mentes claras y sin restricciones auto-impuestas por el conformismo y el facilismo que tanto medra entre las mentes jóvenes y las no tanto.
Imaginen que hubiesen hecho Tales de Mileto, Pitágoras, Demócrito, Aristóteles y Eratóstenes individualmente, si hubiesen contado con las herramientas que contamos nosotros en la actualidad. Ahora piensen que hubieran hecho si se hubiesen puesto a trabajar en conjunto para resolver los problemas que aquejan a la sociedad, ¿creen que pensarían que son demasiado insignificantes para poder hacer algo por nuestro mundo?
Individualmente no creemos ser insignificantes, estoy seguro, de lo contrario no haríamos públicos algunos aspectos de nuestras vidas a través de este medio. Todos creemos que podemos ser interesantes en alguna medida para los otros. Y tienen razón, todos somos seres interesantes, interesantísimos, pero sin propósito. ¿Por qué no hacer que nuestras vidas sean aún más interesantes siendo partícipes activos de las mejoras a nuestra calidad de vida y la de nuestros hijos, padres y amigos? Están las herramientas, los cerebros y los números nos favorecen, somos billones. Sólo faltan las ganas.




Hagamos nada.


La manera en que hemos tratado a nuestro planeta en el último siglo, el de mayor desarrollo en la historia registrada y también el de mayor impacto ambiental, más la carencia de conciencia popular sobre el costo que este desarrollo ha cobrado a los habitantes del planeta, sumado a la desinformación promulgada por los intereses creados, me hacen pensar que los esfuerzos de los grupos ambientalistas por salvar el planeta en las últimas décadas , han sido infructuosos. Los tratados internacionales es poco lo que han logrado, y por cierto, no con la suficiente celeridad. La situación empeora año a año.
Es más, me sorprende la escasa difusión del tema en los medios, sin mencionar la inacción de los gobiernos que sucesivamente se van pasando la pelota sin realizar un real esfuerzo por hacer que la sociedad tome conciencia de la gravedad del momento que atraviesa, y de la importancia de participar activamente de las medidas correctivas. ¿Y que hay de nuestras Universidades e Institutos?, ¿cuántos recursos destinan a la investigación para vislumbrar las posibles soluciones?, ¿de qué manera inculcan en sus educandos la conciencia necesaria para que, si no en ésta, en generaciones futuras puedan frenar este desastre inminente? Ni hablar de los Colegios. ¿De qué nos sirve estudiar la Historia si no sabemos siquiera si tendremos futuro?
La razón parece radicar en la tendencia del ser humano a llevar la ley del mínimo esfuerzo al extremo. Es más fácil hacer nada que tomar la iniciativa y tratar de ver qué podemos hacer por nosotros mismos ya que, después de todo, se trata de la supervivencia de la especie. No es secreto para nadie que lo que estamos provocando, más temprano que tarde, nos va a afectar a todos, y enfatizo, a todos.
¿No es entonces deber de todos y cada uno de nosotros hacer algo al respecto? La razón así lo indica. ¿Por qué entonces no lo hacemos? Simple, porque no queremos. Estamos esperando que otros lo hagan por nosotros. Qué más fácil que seguir con nuestras vidas y esperar que nos solucionen este problema, dado que al tratarse de un problema global, las autoridades tomarán cartas en el asunto y encontrarán la solución. Siempre lo hacen, ¿verdad?
Les tengo noticias, no lo están haciendo.
Por cuanto, a quienes piensan de esta manera les insto a que permanezcan en su cómoda postura haciendo gala de su capacidad para hacer nada, ratificando la primera ley de Newton, la de Inercia. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Pues exactamente eso, lo peor.
Después de todo quizás sea nuestro destino, uno por el que efectivamente hemos trabajado arduamente, la extinción.




Extincionistas Asociados.



No, no es un grupo de rock pesado. Tampoco es un nuevo movimiento ecologista extremo. Extincionistas somos todos nosotros.

Extincionista es todo aquel que no hace nada por evitar su propio fin. Es un tema sobre el que nadie debiera hablar. ¿Por qué no debieran hacerlo? Porque contraviene todo lo que nuestros líderes mundiales vienen haciendo con tanto esfuerzo desde hace décadas, hacer que pasemos el tema por alto. Y, ¿por qué no? Después de todo llevamos siglos tratando de matarnos entre nosotros. El problema es que ahora amenazamos con acabar con la vida en todo el planeta.
Luego de expandirnos por el globo como una infestación, consumiendo los recursos sin medir consecuencias ni siquiera para nosotros mismos, ¿tenemos derecho de continuar hasta el final?
En el mundo natural existen diversos medios de control demográfico que hasta ahora habían dado resultado. La selección natural había funcionado hasta que el hombre inventó la medicina, prolongando nuestra existencia más allá del límite natural ecológicamente sostenible. Un sin número de defectos y malformaciones que de otra forma no hubiesen podido extenderse, como la diabetes, cáncer, asma, miopía, el albinismo y las deficiencias mentales que antes no tenían la menor oportunidad de sobrevivencia, ahora proliferan exitosamente, generando nuevas y cada vez peores mutaciones. Muchas de las enfermedades genéticas, de las que han sido identificadas unas 5.000, son hereditarias. Las pandemias, que solían asolar regiones completas, ahora son controladas desde nuestro nacimiento. Las guerras, que no son más que una consecuencia de la sobrepoblación, parecieran no tener suficiente ímpetu para contener la multiplicación descontrolada del ser humano. Literalmente nos estamos comiendo el planeta. Y empeora. Nuestra esperanza de vida aumenta al igual que los nacimientos exitosos, y conforme la población aumenta, disminuye la velocidad de recuperación de los recursos naturales renovables. Y que decir de los no renovables. Pareciera que no nos importara lo que le quede a las generaciones futuras, si es que las hay. ¿Podrá haber en la naturaleza un ser más egoísta y ambicioso que el ser humano, que ni siquiera se preocupa de la sobrevivencia de su propia especie más allá de la de su propia generación? ¿Qué motiva este patrón de conducta autodestructivo?
Aunque busqué en los archivos históricos y en los análisis de los psicólogos más connotados, la explicación me eludió por un tiempo. Entonces, luego de buscar extensamente una respuesta razonable para este comportamiento irracional, no tuve otra alternativa que buscar en otra línea de pensamiento.
¿Será posible que, pese a las advertencias que los científicos por décadas han hecho sobre la inminente debacle ambiental, y los cambios climáticos que continúan corroborando tales predicciones, permanezcamos impávidos observando nuestro propio fin? Quizás tal adormecimiento de voluntades no obedezca a un hecho fortuito.
Al igual que solemos hacer con los animales que van al matadero, conducidos con gentileza, para que no sospechen que el fin está a la vuelta de la esquina (los nazis ya lo hicieron en la segunda guerra mundial), nos dirigimos a nuestra inexorable extinción sin siquiera inmutarnos.
¿Qué hace que permanezcamos “haciendo nada” por nuestra supervivencia, cuando es evidente que si no cambiamos nuestro actual modo de vida, terminaremos siendo una especie más en extinción? Tal vez sean los números. Después de todo no parece lógico que esté en peligro una especie que supera los seis mil millones de individuos y continua en aumento. Quizás sea la aparente lejanía de tales eventos, al igual que nos parece lejano el impacto de un asteroide masivo contra la Tierra. Pero todos sabemos que ya ha ocurrido, al igual que las grandes extinciones a causa de cambios climáticos extremos.
Nos engañamos. Es un hecho que nuestra existencia está seriamente amenazada. Entonces debemos preguntarnos, ¿por qué los líderes mundiales no se lo comunican a la población y promulgan leyes de emergencia para hacer cambios radicales que nos permitan, si no evitar, enfrentar con mejores oportunidades el fatal desenlace? Si no son unos completos estúpidos, ya deben saberlo, ¿por qué no lo han hecho todavía? La respuesta es aterradoramente simple y pragmática. Porque ya es demasiado tarde. No existe nada que podamos hacer por evitar nuestro fin. Fueron demasiados años afectando nuestro medio ambiente negativamente y ahora no podemos revertir los efectos. Y ellos lo saben.
¿De qué serviría comunicar oficialmente el final sin esperanza de poder evitarlo? Sería como comenzar a sacrificar a los animales en el matadero frente a los otros. Pronto nos encontraríamos con una resistencia que no podríamos controlar.
El control mental de las masas no es una práctica desconocida en nuestra civilización y la fórmula ha sido perfeccionada con el tiempo. Las religiones lo vienen haciendo desde hace siglos y los países del bloque socialista hicieron su mayor contribución, combinando la represión con el control de los medios. China, en pleno siglo 21, continua haciéndolo con total impunidad, a vista y paciencia del mundo entero, con la promesa de convertirse en el consumidor más importante de los próximos 50 años. Las organizaciones internacionales que velan por los derechos humanos, están supeditadas a los intereses económicos de las naciones más poderosas y nada pueden hacer por las víctimas de tales abusos. Entonces, ¿qué nos queda por hacer al resto de los mortales? Sólo nuestra parte en la cadena de la vida, hacer nuestras vidas como si nada ocurriera, guardando la secreta esperanza de que los vaticinios sean el producto de ecologistas alarmistas y que al final no ocurra nada, al menos durante nuestras vidas naturales. Pero como dije al principio, hemos excedido con creces nuestras vidas naturales, por lo que es más probable que todo lo anterior ocurra durante nuestra existencia. Somos testigos privilegiados de nuestra propia extinción. Privilegiados digo porque seremos los primeros habitantes del planeta en estar concientes del final de nuestra especie y de que fue por nuestra causa. Un final digno de nuestros pobres esfuerzos por evitarlo.





A grandes males, grandes remedios.



Saludos extincionistas. Heme aquí poniéndolos al tanto de cuanto ha avanzado nuestro reloj del término de nuestra era.
Por supuesto no es algo que debiera agradarnos (y si conocen a alguien que lo disfrute, denle un tiro al pobre animal para sacarlo de su miseria), pero es inevitable pensar que nos quedamos sin tiempo.
Por si fuera poco, al problema climático debemos sumar el de la crisis económica que los amos del mundo han propiciado de forma magistral. Ellos saben que el colapso del sistema financiero mundial es ineludible. Lo sabían desde que lo crearon, pero poco les importa a aquellos que saben que su poder económico les permitirá ser parte de la casta que sobreviva a la gran debacle. Tienen los medios de sobra para asegurarse de ello.
Es claro para ellos que el planeta, bajo el actual manejo de recursos, no es capaz de sustentar el creciente desborde demográfico (ya no hablemos de crecimiento) y su respectiva demanda de más bienes, más dinero, más alimento y un largo etc. Pero, ¿no son ellos mismos los que manejan el sistema económico? Entonces podemos deducir que nunca fue viable.
Hasta un idiota, incluso un político, sabe que un modelo económico basado en dinero sin respaldo de una reserva en oro de al menos igual valor al que representa, no puede mantener ficticiamente su poder adquisitivo por mucho tiempo. Los rusos lo aprendieron de la manera difícil.
Sin embargo, y a sabiendas, porque estamos claros que no eran en absoluto unos idiotas cuando lo hicieron, decidieron llevarlo a cabo. No nos debe extrañar entonces que Estados Unidos, el principal promotor del Banco mundial y creador del Fondo Monetario Internacional, esté en quiebra. ¿Qué queda para el resto de las naciones tercermundista como nosotros (ya no en vías de desarrollo. Nunca permitirían que saliéramos de ese estamento)? Sólo esperar. Es lo que hemos estado haciendo hasta ahora y lo hacemos cada vez mejor. ¿Y por qué no?, nunca hemos tenido la suficiente capacidad para organizarnos y evitar que, quienes detentan el poder económico, hagan y deshagan a voluntad con nuestra economía y recursos. Estamos tan acostumbrados a comprar, vender, pedir préstamos, renegociar y básicamente funcionar bajos sus condiciones, que no es de extrañar que nos hagamos a la idea de que si se van a la cresta, nosotros también debemos irnos con ellos. Si la bolsa de Wall Street cierra a la baja, la nuestra también, si la bolsa de China cae en picada, la nuestra también, si la bolsa de Londres tiene un crecimiento negativo, la nuestra también. Pero, ¿por qué tiene que bajar la bolsa nacional al mismo tiempo que una bolsa que se encuentra a miles de kilómetros? La culpa la tiene la globalización. No muchos años atrás, estas violentas variaciones económicas tardaban meses e incluso años en golpearnos, y muchas veces no alcanzaban a afectarnos por una eventual recuperación de los índices económicos. Nuestras fronteras naturales y lejanía de los centros neurálgicos de la bolsa mundial, nos mantenían a salvo, o nos permitían prepararnos mejor para enfrentar los duros embates causados por el mal manejo que unos pocos han hecho de la economía internacional. Pero ahora, en la era de la informatización, las fronteras desaparecen y las distancias se acortan. Es lo que queríamos, ¿no? Ser parte de un mundo globalizado que nos permitiera estar a la par de las grandes naciones y experimentar casi (y enfatizo, casi) en carne propia, lo que se conoce en psicología como empatía por proximidad, el éxito económico.
Bueno, tengo que ser claro a este respecto, lo único que han compartido con nosotros es la crisis. Hasta ahora, desde que la globalización dio inicio, no ha habido una época de bonanza económica que beneficie a todos los sectores económicos del País, ni siquiera una vez. Cuando dicen que crece la economía, en realidad quiere decir que crecen los bolsillos de los más poderosos, es decir, el 2% de la población. Los sueldos no han mejorado, la cesantía no ha disminuido, los bienes y servicios siguen al alza y muestra moneda se sigue devaluando ($1.000 USD ya no compra lo que podía comprar hace 15 años), ¿y por qué si la economía ha mejorado?
Entonces cabe preguntar, ¿para qué nos globalizamos? Sencillamente para no ser menos. ¿Realmente lo necesitábamos?, ¿existirá un país que necesite importar una crisis económica? Al parecer nosotros sí. Al menos eso pensaron los que favorecieron dicha política integracionista. ¿Que opinan ahora?Nada, porque los políticos van y vienen con cada nuevo gobierno. Son los cagazos los que quedan, y nosotros seguimos discutiendo sobre cuestiones políticas, cuando la realidad nos golpea en el rostro cada día diciéndonos que tanto los partidos políticos, como los economistas que los asesoran, son parte de la misma mierda, sólo cambian las moscas.
¿Qué hacer entonces? Curiosamente, casi como un juego del destino, es uno de los medios que mejor representa la globalización, el que nos puede ayudar. Internet.
La utópica conciencia colectiva, puede dejar de serlo si hacemos a un lado nuestras propias fronteras mentales (entiéndase diferencias políticas, religiosas y sociales, prejuicios que son los que en definitiva promueven la desunión), y nos organizamos de una maldita vez para hacer uso de nuestro derecho natural a elegir lo que nos parece mejor, en lugar de permitir que otros decidan por nosotros.
¿Podemos elegir lo que queremos para nuestro futuro y el de nuestros hijos? Podemos.
¿Podemos decidir qué es lo mejor para el País? Podemos.
¿Podemos hacer los cambios necesarios para que la educación les permita crecer a nuestros hijos intelectualmente, no importando nuestro nivel socioeconómico? Podemos.
Si no contamos con el Know How necesario para hacerlo, podemos contratarlo para lograrlo. Como País unido, podemos contratar a los mejores expertos del mundo en cada área, para asesorarnos y ayudarnos a alcanzar nuestras metas.
¿Qué ocurriría si pudiéramos decidir colectivamente sobre cada aspecto de nuestra sociedad, tan solo haciendo click sobre las propuestas que nos hicieran las otras economías o multinacionales?, ¿no sería eso democrático?, ¿no sería mejor hacer eso que perder miles de horas frente al televisor/internet consumiendo la basura que nos venden?
Si usted hubiese podido decidir si privatizar en manos de corporaciones extranjeras nuestros recursos básicos, que no han hecho más que subir de precio casi sostenidamente en los últimos años, ¿lo habría hecho?
¿Hubiese usted implementado el Transantiago de haber sabido que no contaba con la infraestructura mínima, para ser exitoso en el corto plazo? Desde luego que no. Pero esa información fue deliberadamente ocultada a la opinión pública.
De ser realidad esta sociedad chilena virtual, mejoraría nuestra capacidad negociadora y de este modo obtendríamos el mejor servicio o producto, al mejor precio sin que nadie se enriqueciera desmesuradamente por ser intermediario. Eso haría que la economía nacional creciera de manera equilibrada, beneficiando a todos los chilenos y no sólo a los sectores más acomodados. Al mejorar la economía y la educación, mejorarían las expectativas de desarrollo de los sectores de mayor riesgo social, y en consecuencia, disminuiría la delincuencia. Al tener cada uno de los chilenos un trabajo, uno bien remunerado, habrían menos robos y asaltos. ¿Quién tendría tiempo de andar en malos pasos, si tiene un buen trabajo y una familia bien alimentada y educada? Dejarían de ser tan necesarias lasfuerzas policiales, que podrían aprovechar su enorme potencial laboral en actividades más provechosas, y a la vez, dejarían de ser un gasto para el Estado, pudiéndose emplear esos recursos en otras áreas, como hacer mejoras más duraderas a las calles y carreteras sin tener que concesionarlas a empresas externas, o invertir en investigación y desarrollo, un concepto que en Chile casi no se conoce, para mejorar aún más nuestra sociedad.
Pero, ¿cómo lograr que cada chileno tenga un trabajo? Favoreciendo el consumo de productos de fabricación nacional a los de origen extranjero y profesionalizando los oficios. Si sabemos que importar indiscriminadamente productos de China, India o Taiwan, hace que nuestra industria se vea fuertemente afectada, provocando cesantía y empobrecimiento, Usted, ¿seguiría importando indiscriminadamente?
La calidad y el precio no serían problema si contamos con la tecnología y los conocimientos para la elaboración de productos de calidad a bajos precios.
Hay una solución para cada problema, es cuestión de querer. Y todo con sólo dejar de lado nuestras diferencias y unir nuestras voluntades y esfuerzos para lograr lo que siempre nos han prometido pero nunca han cumplido, el bienestar común.
Seríamos el primer país en lograrlo, y pueden estar seguros que otros nos seguirían. Pronto nuestro modelo económico sería imitado por otras naciones tercermundistas, y con el tiempo se extendería por todo el globo, acabando con la hegemonía de las grandes corporaciones apátridas e inescrupulosas que hasta ahora han gobernado al mundo, empobreciendo a las naciones menos poderosas. Sería una economía mundial manejada por gobiernos democráticos de manera coordinada, lo que permitiría un crecimiento sostenido, sin corrupción ni líderes déspotas, previniendo los malos manejos económicos. Una economía que cuidara los recursos naturales y favoreciera las iniciativas ambientalistas, en lugar de sobreexplotar y contaminar. Y para lograrlo sólo se necesitaría de un click.
Que no sería fácil, es un hecho. Estamos tan condicionados a pensar de manera individual, que nos parece imposible ponernos de acuerdo en algo que nos beneficie a todos. Pero, ¿es imposible? No creo que alguien se atreviera a decirnos que no somos capaces como nación, de decidir lo que es mejor para todos. Y de hacerlo bastaría observar quien hace la crítica y qué ha hecho por nosotros.Quien quiera ser escuchado por nosotros, el Chile virtual, deberá ser alguien que verdaderamente demuestre, con hechos mensurables y proyectos viables, que lo que desea es el beneficio común.Recuerden que nos asesorarían los mejores.
Un país unificado sería el terror de políticos y gobernantes inoperantes, dado que su desempeño sería evaluado de cerca, con un estrecho seguimiento de sus actividades laborales, públicas y privadas.Sería una buena forma de filtrar a quien tenga una verdadera vocación de servicio público, de quienes buscan el lucro personal.
Un país unificado, gobernado por líderes apolíticos, elegidos más democráticamente que en ningún otro país en la historia, por sus competencias laborales y su verdadera capacidad de innovar y hacer mejoras que beneficien a toda la sociedad, sería el inicio de un futuro promisorio y más justo para nuestros hijos y su descendencia. Sólo debemos tomar la decisión de hacerlo, en lugar de seguir dejando que otros lo hagan por nosotros. ¿Te la jugarías por un Chile mejor para todos? Si somos millones, nos tienen que escuchar. Recuerden que son ellos los que están al servicio nuestro y no al revés. Si los elegimos y pagamos sus sueldos con nuestros impuestos, también podemos exigir su destitución de ser necesario. Sólo tenemos que hacer click.







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